La melancolia del amor; Cap 1
Ficha Técnica:
Autor: Garcia Diaz Erik Mauricio
Titulo: "La melancolía del amor"
Editorial: Independiente
Año: 2015
Genero: Novela romántica/ suspenso
"La melancolía del Amor"Capitulo 1
La sensación de dolor se hizo presente, era tan
indescriptible, simplemente era un dolor profundo que teñía su corazón de
negrura, que forjaba en su alma un sentimiento de melancolía y resentimiento
hacia lo que ella algún día venero como máximo y divino placer, que hacía
tiritar su corazón y su mente volar a diversos escenarios inimaginables, ahora
todo era dolor, era sangre, era venganza, su corazón estaba poseído por el odio
y aquel sentimiento se desvaneció, en su corazón ya no existía amor…
Gina, era una chica de aproximadamente 17 años, suspicaz,
llena de vida, de dicha y alegría, poseedora de cabello oscuro como el bosque
de medianoche, lacio y largo, pareciese caudaloso mar de Acheron, su palidez
era como el perlado brillo de la luna de noviembre. Sus ojos eran joyas
preciosas como esmeraldas que brillaban con el sol en cada crepúsculo, Ella era
muy hermosa y poseía un alma noble y gentil, era acreedora de un corazón de
oro, una personalidad muy seria y tímida, reservada y enigmática hasta cierto
punto, pero a la vez elocuente y osada en compañía de sus seres queridos.
Vivía con su madre, la señora Judith viuda de Narváez, una
señora aun joven, aproximadamente de 38 años de edad, Muy semejante a su hija
Gina, con la diferencia de que ella tenía cabello rubio y ondulado como
cascadas de oro de un paraíso terrenal pero con notorio cansancio facial y un
poco de tristeza en su corazón, producto de la pérdida de su esposo, el señor
Carlos Narváez el cual había fallecido ya hace algunos años atrás, pero que
ella sentía aún reciente su partida, debido al lazo de amor que compartieron ambos,
ella no lograba sacar de su corazón y su mente al padre de Gina, y por lo
regular cada día cuando nacía el anochecer ella le seguía llorando su partida
en silencio dentro de su habitación.
Sin embargo, la joven madre procuraba el bienestar de su
preciada hija, su única hija, la cual fuese producto del amor de aquella pareja
de enamorados hace 17 años atrás, era el recuerdo vivo de su esposo, en ella
depositaba el cariño que le tenía y que desde su nacimiento ella amo y cuido
como su único y más preciado tesoro.
La joven madre y su hija solían dar largos paseos por la
costa cada día, cuando el sol descendía y el atardecer nacía entre el azulado
mar. La señora Judith encontraba atrayente un lugar cerca de la costa al cual
después de la rutinaria caminata llegaba y ahí, cerca de las rocas, se sentaba
a mirar la noche caer, fijaba su mirada hacia el horizonte y su cara denotaba
un pensamiento infinito desconocido para su hija, pero normal debido a que
desde que ella era una niña siempre había contemplado a su madre así. Gina,
simplemente se sentaba a un costado de su madre para acompañarla y juntas disfrutar
de la bella postal que dejaba el atardecer.
Sin duda alguna, Gina sabía que ese lugar era el favorito
de su madre, aunque no sabía con exactitud la razón, pero de ese lado de la
costa había algo particularmente singular, entre todas sus peculiaridades
resaltaba el hermoso atardecer que desde esa panorama se apreciaba, ya que
pintaba el mar de un color durazno que contrastaba con el cielo y las pomposas
nubes características del lugar, lo cual lo hacía espectacular y asombroso para
admirar la belleza natural de la ciudad. La brisa acariciaba la cara de Gina y
su madre con una frágil delicadeza, como si se tratase de un pañuelo de seda
que roza el bello cutis de aquel par de jóvenes mujeres.
Después de admirar aquel atardecer, y ya cobijadas con el
velo blanco de la luna, Gina y su madre se levantaban y abandonaban aquel
mágico lugar, para emprender el recorrido hacia su hogar, ente las largas
avenidas y calles de mármol de su ciudad y bajo los luceros naturales de la
noche, para de esa forma, llegar a su hogar y ahí poderse deleitar con una rica
cena que juntas cocinaban y después de semejante manjar ir a descansar a los
brazos de Morfeo, Gina sabía que era hora de soñar con aquel ángel que por las
noches visita su hogar…Su padre.
Gina gozaba de la literatura, solía leer novelas de grandes
literatos románticos como: Jane Austen, Allan Poe, José Zorrilla, Neruda,
Benedetti entre muchos otros, para ella los libros eran un paraíso donde podía
cumplir sus sueños con solo leer palabra por palabra, capitulo por capitulo, un
mundo donde todo era posible y donde podía soltar su imaginación en libre albedrio,
sin represión alguna de sus vagos pensamientos que a algunas mentes mediocres
les parecería melosos y otros de ellos de una forma atroz y dementes pero que
para ella era su manera de soñar y mantener su vida en un balance adecuado.
Era amante del arte, le gustaba pintar en su caballete de
caoba obsequiado por su padre cuando era una niña, por lo cual adquiría un
valor sentimental muy grande para ella ya que fue uno de los últimos obsequios
que le regalo su padre antes de caer ante la vida y morir, También en la sala,
se encontraba un viejo piano que databa del año 1720, el cual había sido
heredado por su abuelo y este obsequiado a su padre y el a su hija, en el Gina
componía bellas piezas de obras clásicas, desde que era una niña y complacía a
su padre tocándolo frente a la chimenea dejando que sus dedos cobraran vida
propia y frente a la ardiente leña, el fuego danzaba junto a su tonada.
Gina, (gracias a sus dotes en el piano y el violín) formaba
parte de la sinfónica más importante de su región, esto debido a que sus padres
desde muy pequeña le habían inculcado el amor a las artes, forjándola con los
mejores catedráticos y eruditos aristócratas de “Santo tomas”. Tomaba clases de
Música, Filosofía, Ciencias Naturales, Literatura y lenguas como el francés, latín,
Alemán y Castellano, debido a esto, Gina se hizo poseedora de una personalidad
Culta, intelectual y espabilada, mujer de gustos finos y una dama de modales de
oro, Una musa que cualquier caballero desearía tener por esposa.
Judith veía en su hija a esa frágil e inocente niña que
alguna vez fue ella en su juventud, la sonrisa que emanaba una gran alegría
hacia la vida, unos bellos ojos avellana de forma almendrada que mostraban
timidez cuando se les observaba, al igual que reflejaban la nobleza de su alma,
Una elegancia y porte digna de cualquier princesa, sin que ella lo fuera, Gina
solo era una joven como cualquier otra en la ciudad, pero cuya belleza y osadía
la distinguía del resto sin pasar desapercibida.
Los caballeros de la comarca veían en ella a una joven
perfecta, era una diosa por la cual se sumergían en una eterna utopía
inalcanzable para cualquier mortal, ya que ella era como un colibrí de los
bosques de la comarca, Bella, libre y solitaria que nadie podía poseer. Así era
aquella dama….
Gina por las mañanas, cuando el sol penetraba el cristal de
la ventana de su habitación y rozaba sus mejillas se despertaba, suele tomar
una ducha caliente y de su armario escoger el vestido más adecuado para su día.
Para ella no existía ningún día malo, cualquier día era
especial y de agrado por el simple hecho de gozar de salud y pasarlo junto a su
amorosa madre la cual era la razón principal de su felicidad. Después de la
rutina diaria de clases, Gina, solía pasar la tarde en uno de sus lugares
favoritos, un espacio solitario para ella, con una armonía indescriptible y un
ambiente adecuado, El balcón de su habitación. Era perfecto para pasar la tarde
leyendo o pintando algún boceto en su caballete, el viento ahí era agradable y
hacia el horizonte, rumbo al norte, se lograba admirar la costa de Archeron lo
cual facilitaba a su inspiración. Ahí permanecía hasta que llegara la hora del
paseo diario por la costa entre madre e hija.
Esa tarde como todas, Judith llamo a la puerta de su hija.
-
Hija, es hora de nuestra caminata, alístate y
te esperare en el diván de abajo.
-
Muy bien madre. En un momento bajo, solo me
pondré mis zapatos, ya estoy arreglada.
-
Si, querida Gina, no demores demasiado, porque
perderemos el atardecer.
-
No lo hare madre, en un instante estaré abajo.
Gina abrió la puerta de su habitación y justo cuando iba
descendiendo por las rusticas escaleras de madera sintió una sensación extraña,
un presentimiento que la inmuto por unos instantes, sin embargo. no le tomo
demasiada importancia y prosiguió su camino hacia el diván.
En el, se encontraba ya su madre, esperándola sentada con
el retrato de su padre, Judith estaba tan concentrada en ese viejo retrato que ni
siquiera noto la presencia de Gina. En sus ojos se notaba un sentimiento de
amor combinado con un poco de melancolía a punto del llanto, sus ojos se
cristalizaron como si de ellos fuesen a precipitarse pequeños diamantes
salados, y en efecto, a los pocos segundos eso sucedió, en ese momento Gina se acercó
rápidamente a su madre y rodeándola por el cuello con sus brazos le planto un
beso en la frente.
Su madre al sentirla trato sin triunfo de secar sus lágrimas
ya que no deseaba que su hija la viese de esa manera, pero fue en vano ya que la
tristeza se había apoderado de su cuerpo y su alma. Gina al observarla de esa
forma no supo cómo actuar, su madre era una persona que jamás demostraba esa
clase de debilidad y dolor, un dolor intrínseco de suma notoriedad en su cara y
cuerpo, ella siempre estaba con una mueca de felicidad en sus labios y en estos
momentos pareciera que no fuese ella, pero el corazón de la joven se
quebrantaba al ver a su madre llorar, solo se abrazó a ella y así
permanecieron.
Después de unos minutos y ya con una aparente calma, Judith
se dirigió a su hija.
-
Discúlpame hija, no me gusta que me veas de
esta manera pero…
Antes de que la madre terminara la oración, Gina la interrumpió.
-
¿Qué te sucede madre?, ¿Por qué te encuentras
de esta manera?. Jamás te había visto de esta forma al observar el retrato de
mi padre.
¿Por qué
las lágrimas?
-
Gina, Hija mía… ¿Tu sabes que tan grande era mi
cariño hacia tu padre?.
-
¡Claro que lo se madre!, Ustedes eran una bella
pareja de esposos. Todo mundo lo sabía, porque el amor que se tenían resaltaba
a simple vista. Él fue un gran hombre, Yo también amo a mi padre, a pesar de lo
poco que convivimos tengo bellos recuerdos a su lado.
-
Lo se Gina, él fue una excelente persona, tenía
un corazón muy bello y sabía muy bien que me amaba, ya hace aproximadamente 8
años que no está con nosotros, pero sabes… Aun lo extraño demasiado, desearía
tenerlo a mi lado.
-
¿Por eso estabas llorando madre? ¿Por qué extrañas
a mi padre?.
Formulada la pregunta, la madre se quedó
callada y reino el silencio en la habitación, Solo volteo la mirada hacia Gina
y soltó un gran suspiro….Un suspiro que no significaba a nada y a la vez lo
respondía todo.
-
Madre por favor, no llores, es doloroso para mí
el verte así, ¿Acaso puedo hacer algo para limpiar esas lagrimas?.
-
No te preocupes hija, solo fue un pequeño
momento de debilidad, al entrar al diván y ver sobre el escritorio el retrato
de tu padre… me causo sentimientos encontrados, los recuerdos vinieron a mí, en
este diván solíamos venir a leer antes de que tu nacieras.
-
Madre…
-
Gina ya se nos hace tarde, el sol ya está a
punto de ocultarse y no llegaremos a la costa para admirar nuestra acostumbrada
puesta de sol. Dejemos esto de lado y salgamos.
-
Pero madre…
-
Hija, por favor, no sucede nada y no deseo
perder el atardecer.
-
Está bien madre. Solo no llores por favor, que
me entristece verte llorar..
Así Gina y su madre rápidamente salieron del diván,
colocando el retrato sobre el escritorio y preparándose para ir a caminar, pero
la joven dama se quedó con la incertidumbre del momento, no supo que sucedió,
la razón por la cual su madre flaqueo de esa manera, y no podía dejar de darle
vueltas en su cabeza durante todo el recorrido por la costa, su madre por otro lado
parecía alegre, como todos los días, miraba a su hija con la ternura en que lo
hace cualquier madre como si no hubiese sucedido nada anteriormente, claro…
hasta que llegó el momento en que pisaron la blanca arena de la costa de
Archeron donde como era costumbre la mirada de Judith se perdía en el horizonte
al caer el anochecer.
Al arribar a su hogar, y después de haber cenado, ambas
damas se prepararon para ir a dormir, sin embargo Gina no lograba sacar de su
cabeza la imagen de su madre en el diván y sus pensamientos no la dejaron
dormir esa noche, por ese motivo salió a su balcón a mirar el hermoso cielo
estrellado y tratar de despejar su mente y de esa manera encontrar la calma.
Pero al pasar las horas y consumirse la noche la cabeza de la joven no lograba
tranquilizarse, así que decidió bajar a el diván para encontrar alguna
respuesta a su incógnita.
Camino por la oscuridad de la casa y sigilosamente se
escabullo frente a la habitación de su madre para descender por las escaleras y
llegar al diván en la planta baja, Con precaución de no ser escuchada giro la
perilla e ingreso al cuarto que se encontraba en una calma absoluta, encendió
las luces y de inmediato empezó su búsqueda, abriendo y cerrando cajones,
moviendo, quitando y acomodando objetos, sin embargo no logro encontrar nada.
De pronto escucho las escaleras rechinar y de una manera brusca vio abrirse la
puerta del diván.
-
¿Gina?, ¿Eres tú? , ¿Qué haces en el diván a
esta hora de la madrugada?
-
¡Madre!, - Replico Gina con un tono de espanto.
-
¿Por qué estas despierta y en el diván Hija?,
¿Sucede algo?
Gina se quedó callada por un momento hasta que sus labios
se abrieron…
-
Madre, No he podido dormir, la incertidumbre de
saber la causa de tus lágrimas de ayer me impiden conciliar el sueño, necesito
saber porque llorabas, me duele y a la vez me causa curiosidad, no quiero que
estés así, que más adelante se vuelva a repetir esta situación, por favor madre
dime que tienes.
-
Hay Gina… Hija, no debes preocuparte por esto,
solo son flaquezas que cualquier persona pasa en algún momento de su vida,
somos humanos, tenemos sentimientos y somos acreedores de un corazón el cual
cuando se siente solo o extraña ciertas cosas o personas suele manifestar su
tristeza en forma de lágrimas, pero no es para que te preocupes hija, aun eres
una chica muy joven y en algún momento de tu vida experimentaras todas estas
situaciones.
-
Pero madre, jamás te había visto llorar de esa
manera.
-
Dime Gina, ¿Te has enamorado en alguna ocasión?
La pregunta de Judith dejo estupefacto el cuerpo de Gina,
ya que era la primera vez que su madre le hacia esta pregunta…
-
No madre, He leído infinidad de novelas sobre
el amor, la poesía y literatura romántica me fascina y debido a eso tengo una noción
de lo que es el cariño mutuo y reciproco, se lo que es ese sentimiento hacia
otro ser, incluso lo imagino al leer las novelas pero… Nunca mi corazón a
latido por alguna persona en la vida cotidiana. Pero madre ¿Por qué la pregunta?
-
Hija… Tu eres una atractiva chica, sé que
pronto lo sentirás, y en algún momento de tu vida comprenderás a esta vieja y
experimentada señora que es tu madre.
-
Madre.. pero…
-
Shhh, - Judith exclamo mientras colocaba su
dedo sobre los labios de su hija
-
Gina, mi amor, es una plática que no es
adecuada para estas horas de la madrugada, por favor vuelve a tu habitación y
trata de dormir, mañana te llevare a un lugar un poco lejos de aquí pero que sé
que te agradara, pero descansa para que tengas las suficientes energías para
mañana.
-
Madre, ¿me juras que estas bien?
-
Gina, estoy perfectamente, mi corazón se
regocija de saber que tengo una hija como tú, que es poseedora de una nobleza y
un alma tan perfecta como la tuya, que se preocupa por el dolor de sus seres
queridos, no debes preocuparte.
Para cuando Judith termino de hablar, abrazo a su hija y le
dio un beso en su frente, un beso con el cariño que solo una madre puede dar,
el cual lleno de calma y tranquilidad la atormentada alma de su hija y juntas
abandonaron el diván, mientras subían las escaleras y listas para entrar a sus
respectivas habitaciones Gina le susurro en el oído a su madre:
-
¡Te amo madre!, Por favor no vuelvas a llorar,
no quiero verte triste, eres lo único que tengo en la vida.
-
Pequeña Gina, mientras tu estés en mi vida yo
seré feliz, Te amo y te juro que no volveré a sufrir.
Ambas se despidieron y entraron a su habitación para
descansar un poco antes del grandioso día que les esperaría unas cuantas horas más
tarde.
Llego la mañana, el sol como cada día hacia su aparición
iluminando la habitación de Gina, cuando la joven musa aún seguía dormitando en
su cama, su madre toco la puerta de su habitación y sin esperar respuesta por
parte de su hija, giro la perilla y entro a su habitación, observo que aún
seguía dormida y con delicadeza se sentó a su lado en la cama y se quedó
observando la bella cara de Gina, era tan parecida a ella en su juventud, las
mismas cejas, los mismos ojos de ángel, era como observarse frente a un espejo
hace algunos años atrás, Gina era ella, sin duda alguna eran como dos gotas de
agua. La única diferencia era que Judith a su edad ya conocía a Carlos, el
padre de Gina…
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